Punto de vista de Serena
Me arrastraron al asiento trasero de un lujoso auto negro y, antes de que pudiera reaccionar, la puerta se cerró de golpe tras de mí.
Forcejeé contra las manos que me sujetaban los brazos. Los guardias a mi lado me inmovilizaban con una rudeza que me erizó la piel. Respiré entrecortadamente, con el corazón acelerado, mientras observaba el interior del vehículo, asientos de cuero impecables y un tenue aroma a colonia flotando en el aire.
Entonces lo vi.
Sentado frente a mí, observando la escena con calma, había un hombre de cabello plateado peinado hacia atrás, como salido de una revista de lujo. Vestía un traje que costaba más que el alquiler mensual de muchos, con ojos fríos y calculadores. Su elegancia escondía algo peligroso.
—¡Suélteme! —bufé, retorciéndome inútilmente contra los guardias.
El hombre alzó una mano y sus esbirros aflojaron ligeramente la presión. Cuando habló, su voz cargaba un marcado acento francés.
—Solo quiero hablar, señorita.
Lo miré c