Punto de vista de Serena
—¡Despierta, despierta, Serena! —una familiar voz femenina me llamó, cortando la niebla en mi mente.
Parpadee, intentando aclarar la bruma mientras volvía en mí lentamente. Mi cabeza se sentía pesada y mi cuerpo aletargado, pero no había forma de confundir esa voz, el tono frío y burlón. La misma voz que había atormentado mis pesadillas durante meses.
Doris.
Mi corazón dio un vuelco y el miedo me invadió mientras luchaba por incorporarme, pero mis extremidades no respondían. El pánico se apoderó de mí al darme cuenta de que estaba atada, con las muñecas firmemente sujetas a mi espalda. Pude sentir la áspera cuerda clavándose en mi piel, eliminando cualquier posibilidad de escape.
La habitación a mi alrededor estaba débilmente iluminada, con paredes desnudas y frías. El aire olía a humedad y moho, como un sótano o un viejo almacén. No sabía cuánto tiempo había estado inconsciente, pero sabía que eso no era un sueño. Era real, demasiado real.
—Mira quién despertó