Punto de vista de Bill
Serena estaba frente a mí con la ropa de dormir que le había traído la noche anterior. Llevaba el cabello recogido en un moño suelto, con algunos mechones enmarcando su rostro. Sus mejillas tenían un suave tono rosado que le daba un brillo radiante.
—¿Dormiste bien? —Preguntó, colocando un plato frente a mí.
—Sí —respondí, todavía un poco aturdido—. Mejor que en mucho tiempo.
—Yo también, hacía tiempo que no dormía tan bien. —Contestó.
Nos quedamos mirándonos el uno al otro por un momento. Me sonrió, sus labios se curvaron suavemente, y mi corazón dio un vuelco.
—Bueno, ¿no vas a comer? —Preguntó Serena.
—Claro, perdón —dije, saliendo del trance—. Me distrajo la hermosa mujer que tengo enfrente.
—Mejor come —dijo—. Seguro que estás hambriento después de... ya sabes.
Me reí y empecé a devorar el desayuno que había preparado. La tortilla estaba esponjosa y perfectamente cocinada, rebosante de sabores de verduras frescas y queso derretido. El tocino estaba crujiente