Punto de vista de Serena
Siempre pensé que un arma sería más liviana, pero esa cosa pesó en mis manos mucho más de lo que esperaba. Miré a Mateo, que estaba de pie cerca de mí.
El campo de tiro retumbó con disparos lejanos, y aunque supe que estábamos seguros allí, un escalofrío nervioso me recorrió la espalda.
—Empecemos por lo básico —dijo.
Se acercó aún más, colocando su mano sobre la mía para guiar mi postura.
—Sujétala firme. ¿Ves ese blanco?
Asentí con la cabeza, enfocando el objetivo al final del pasillo. La diana pareció burlarse de mí. No quise quedar mal frente a él, pero mis manos se sintieron torpes. Los dedos de Mateo presionaron los míos, corrigiendo mi agarre con seguridad. Su contacto me dio estabilidad.
Hizo ligeramente a colonia y cuero, como si acabara de salir de una película. Y al inclinarse, con su brazo rozando el mío, fue imposible ignorar lo cerca que estábamos.
—Bien, mantén la postura firme —murmuró, su aliento cálido en mi oído. —Mira directamente por la