Pasado el mediodía, Adams, el administrador, llamo a Audrey a su oficina. Cuando la chica entró sintió la pesadez del ambiente del lugar, era como si la atmósfera estuviera cargada de un compuesto tóxico casi palpable para ella, y evidenciado en el tono de voz del señor Adams, así como de su actitud cortante hacia ella.
— Dígame, señor Adams, me dijeron que me había mandado a llamar — Ella dijo al entrar.
El hombre la miró por encima de las gafas, como analizándola de arriba abajo y tratando de convencerse de que alguien con ese rostro de ángel no podía ser capaz de semejante plan.
— Señorita Audrey Adkins, ¿No es así?
La joven asintió con la cabeza.
— Sí señor.
— Tengo una situación bastante difícil aquí que la relaciona a usted con un problema de índole legal en el hospital.
Ella asintió de nuevo pensando que Madison había hablado por ella para que pudiera explicar sus descubrimientos.
— No se le ve muy preocupada, se