Un Corazón para Dos. La Esposa Sustituta del Doctor
Un Corazón para Dos. La Esposa Sustituta del Doctor
Por: Alexa Writer
1 ¡Quédate conmigo!

— Lamento tener que darle esta noticia, y sobre todo en su caso, creo firmemente que una joven como usted debería tener más oportunidades, pero esto se escapa de mis manos, señorita Adkins. — El galeno dijo pausadamente y con un deje de amargura en la boca.

Audrey observó sus profundos ojos grises y esperó tensa a que sus labios se separaran de nuevo para terminar de hablar.

— Hemos llegado al punto de no retorno. Me temo que no hay otra solución…

— ¿A qué se refiere, doctor? — La chica rubia de hermoso y pálido rostro se inclinó hacia adelante en la silla, nerviosa por saber más.

El Dr. Connor bajó la vista sobre la superficie del escritorio, verdaderamente incómodo con la situación.

— Necesita un trasplante de corazón, no hay otra forma de solucionar su estado actual de salud…

— ¡Pero doctor, usted es un excelente médico! Yo sé que, con un buen tratamiento… ¡Quiero decir, haré todo lo que me diga!

— Lo sé, eres de los pocos pacientes que se apaguen religiosamente a las instrucciones, pero ya un tratamiento en tu caso no es posible, existe alto riesgo de arritmias letales, Audrey — Cambiando su todo y forma de dirigirse a ella, mientras la miraba dulcemente, odiaba esta parte del trabajo en la que debía dar tan malas noticias a alguien tan joven con la chica — El debilitamiento del músculo es… muy grave, me temo que solo yendo al siguiente nivel tendrás una posibilidad de vivir, lo siento mucho — con voz amable.

El rostro de la joven se trasformó y Connor estuvo tentado a levantarse y darle un abrazo para confortarla, pero sería inapropiado, había aprendido con los años de ejercicio médico a mantener sus sentimientos separados del trabajo, sin embargo, el verla así lo impulsaba a levantarse para consolar a la chica, apretó los puños e hizo acopio de su sensatez para no moverse un solo centímetro.

Inspiró profundo tratando de poner una coraza entre su paciente y su humanidad, mientras la hermosa chica que le inspiraba tanta ternura se desmoronaba frente a él.

Las lágrimas se abrieron paso en el rostro de Audrey sin permiso mientras lloraba en silencio, Connor le extendió una servilleta para que se secara el rostro.

— Hay algo más que debo decirte…

Ella levantó el rostro y su triste mirada golpeó a Connor directo en el pecho.

— Debido a su tipología sanguínea no será fácil hallar un donante.

— ¿Qué factores influyen en esto, doctor? — Ella quiso saber.

— Son varios: la salud de ambos, donante y receptor, la talla del donante debe coincidir con la tuya, la tipología sanguínea. Tú eres O RH-, eso es un problema, solo puedes recibir un trasplante de alguien O negativo…

— Comprendo, no es fácil…

— No, y en tu caso me temo que menos…

— Entiendo —Dijo estoica limpiándose la nariz.

— Debes mudarte a las inmediaciones del hospital, tienes que estar cerca en caso de que haya un corazón disponible.

— Eso no será problema, vivo a diez minutos de aquí.

Connor asintió con un leve movimiento de cabeza tratando de impostar una dulce sonrisa.

— Debes estar lista para cuando te llamen, ¡Completamente disponible!

Afuera, Loretta la esperaba caminando de un lado para otro.

— ¿Cómo te fue?

La rubia negó con la cabeza.

— ¿Qué significa eso?

— Solo con un trasplante tendré oportunidad… — La respuesta de Audrey sonó irreal para Loretta.

— No entiendo, ¡Eres joven!, ¡Eres hermosa, joder! ¡No puedes estar condenada de esa forma!

— Debo tener todo listo por si ocurre un milagro.

Loretta la miró con sorpresa.

— No tengo opción, aunque no es fácil encontrar un donante compatible.

Su amiga la abrazó cálidamente y la reconfortó por un rato. La quería, eran tan diferentes como el agua y el aceite, pero más unidas que un par de hermanas.

— Creo que iré a decírselo a John…

— No entiendo cómo ese troglodita puede hacer algo por ti ahora.

— Es mi novio, además, si tengo suerte de que consigan un corazón para mí, él debe saber todo lo que implica.

La morena negó enfática con la cabeza.

— ¡No me gusta, John, y lo sabes!

— Solo es un cabezota, nadie es perfecto.

Loretta llevó a Audrey en su auto hasta el Complejo Deportivo Universitario en donde estaba la Pista de Atletismo, la Piscina Olímpica y el Estadio en donde John jugaba un partido de fútbol americano. Era el Mariscal de campo, pero ya  había terminado el partido y no quedaba mucha gente.

— ¿Te espero?

— No, esta conversación será larga, John me llevará a casa más tarde.

— Llámame si necesitas algo.

La rubia asintió, y luego caminó entre las gradas buscando a su novio mientras el frío comenzaba a soplar anunciando lluvia. Alguien le indicó que estaba en los camerinos, así que se dirigió hacia allá, pero se detuvo en seco ante los ruidos que venían de dentro, le pareció que había una pareja en plena faena amorosa, por lo que ya iba a darse la vuelta cuando lo escuchó:

— ¡Oh, nena! ¡Así, así!

Audrey sintió como si le hubieran lanzado un balde de agua fría y de inmediato el corazón golpeó su pecho.

— ¿John?

— ¡Maldición! ¿Audrey? — La voz del Mariscal chilló desde el otro lado y la rubia avanzó hasta tenerlos en frente.

John estaba desnudo mientras una chica exuberante se acomodaba a horcajadas sobre él sin nada más que sus bragas.

— ¿Qué carajos está pasando? — Audrey lanzó elevando la voz en una octava mientras algo presionaba con fuerza su pecho.

— Vamos, Audrey, hace mucho que ni siquiera tenemos se*xo, ¡No puedo tener lo que necesito por temor a que te infartes, o algo!

Audrey dejó caer su mandíbula sin dar crédito a lo que John decía.

— ¡No puedo creerlo! ¡No tengo la culpa de estar enferma!

— ¡Y tú no puedes culparme a mí por querer un poco de diversión de la que tú no me das!

— ¡Eres un canalla!

— Lo siento, pero lo nuestro ya no está funcionando.

— ¿Y cuándo lo descubriste? ¡Porque yo no me había enterado! — Ella dejó salir con impotencia y llevándose la mano al pecho por el dolor.

— ¿Lo ves? Tienes dolor, ¡Es la prueba de lo que te digo! No podemos ni siquiera discutir sin que estés al borde del colapso.

— ¿Sabes qué? ¡Esto se acaba ya!

— ¡Sí, porque ya no quiero volver a saber nada más de ti!

La rubia salió del lugar destrozada, mientras su corazón bombeaba descontrolado en su pecho, escuchó tras ella las risas de la pareja que continuó en lo suyo.

Afuera, sus lágrimas se mezclaban con la lluvia que había comenzado a caer sobre el campus. Caminó temblorosa sobre las charcas, con los ojos nublados y la cabeza dando vueltas. Se había hecho ilusiones con John, quizás demasiadas, ¡Pero era un idiota indolente!

El móvil sonó en su bolsillo y ella apenas si pudo responder.

— ¿Audrey?

— Lore, ¡Ven a buscarme!

— ¿Qué pasa?

— ¡Solo ven ya! — Alcanzó a decir entre sollozos antes de resbalarse en el borde de la Piscina Olímpica e ir a dar al fondo.

La rubia dejó caer el móvil e intentó volver a subir, pero no pudo, mientras más lo intentaba, más le jugaba en contra la fuerza de gravedad tirando de ella hacia el suelo.

No sabía nadar, desde niña tuvo el deseo de aprender, pero por su condición cardíaca nunca pudo hacerlo, ella intentó mantener el aire en sus pulmones dejando salir solo un poco, pero mientras más se acercaba al piso era más difícil hacerlo.

El agua se abrió camino por sus fosas nasales y luego comenzó a tragarla a bocanadas, mientras hacía esfuerzos desesperados e inútiles por regresar a la superficie. Movió los brazos y las piernas con todas sus fuerzas hasta quedar exhausta mientras la oscuridad la envolvía por completo.

El revuelo en Urgencias era total cuando la joven llegó prácticamente sin signos vitales.

— ¡Se hundió en una piscina! — Alguien gritó — ¿Cuál es el nombre de la paciente?

— ¡Audrey Adkins! — Loretta contestó — Es paciente del Doctor Evans.

— ¡Llamen al Doctor Evans!

Mientras el paramédico le hacía RSP para que reaccionara.

— ¡Aquí estoy! — El Doctor Connor se apresuró a evaluar la situación — Esta paciente está en lista para trasplante, ¡Necesitamos reanimarla de inmediato!

Dijo, tomando el control y retirando al paramédico, para terminar de hacer él mismo el trabajo.

— ¿Qué sucedió?

— Se cayó a la Piscina de la Universidad, yo… la encontré flotando en el agua… — Sollozó la morena.

— No está respirando — Observó otro médico.

De inmediato, Connor presionó su nariz, acomodó su cuello hacia atrás ligeramente y posó sus labios sobre los de Audrey para dar respiración boca a boca.

— ¡Vamos, Audrey! — dijo mientras hacía presión con fuerza sobre el pecho de la rubia e intercalaba con las respiraciones boca a boca — ¡Vamos, quédate conmigo!

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