Camila
Mientras todos hablaban, o más bien lanzaban bombas como si fuera un campo de batalla, no pude evitar preguntarme por qué diablos había accedido a esta cena en primer lugar.
Llevaba cinco años sin ver a Pablo.
Cinco largos años desde que me dejó, con su famoso discurso sobre "seguir mis sueños" y "no querer que me detengan".
¿Detenerlo de qué? De ser él mismo, supongo, porque lo único que siempre había puesto por encima de todo era su música.
Y aunque él había intentado convencerme de que sería una separación temporal, yo sabía la verdad. Pablo no estaba destinado a quedarse, nunca lo había estado.
Lo que me dolió más no fue que se fuera, sino que, en realidad, jamás lo había sentido realmente presente mientras estuvo.
Miré a Nathan y Amy. Ambos se mantenían cerca de Joaquín, casi como si él pudiera protegerlos de ese hombre frente a ellos.
Siempre había sido así con Pablo. Desde pequeños, los niños lo habían evitado, como si algo en su energía los repeliera instintivament