Nicolás estaba platicando con su hermano cuando de pronto su mirada se desvió hacia la puerta principal. Su respiración se detuvo por un instante y su copa tembló levemente en su mano al verla entrar. Su esposa.
Hellen cruzó el umbral con paso firme, envuelta en un elegante vestido negro que se ajustaba perfectamente a sus curvas, resaltando su piel como si estuviera bañada en luz de luna. Su cabello caía en ondas suaves sobre sus hombros, y su mirada, llena de determinación, desafiaba cualquier comentario malintencionado de quienes la rodeaban.
Cecilia, quien la acompañaba con una sonrisa triunfal, se inclinó levemente hacia su amiga y susurró con burla.
—Tu esposo está embobado. Misión cumplida.
Hellen rodó los ojos, pero no pudo evitar sentirse satisfecha. No había sido su intención llamar tanto la atención, pero el vestido que su amiga la obligó a comprar ciertamente había hecho su magia.
Las primas de Hellen, quienes antes la habían ignorado, ahora la miraban con una mezcla de en