Capítulo 37

La luz de la mañana se colaba por las rendijas de las pesadas cortinas, creando líneas de polvo dorado que danzaban en el aire. Desperté poco a poco, saliendo de un sueño profundo y reparador, sintiendo una calidez reconfortante a mi lado que no era la de la almohada.

Sentí un cuerpo tieso junto al mío. No relajado y desparramado como suele estar alguien en sueño profundo, sino recto, sólido, casi militar.

Moví un poco la cabeza, parpadeando para enfocar, y vi a Damián acostado boca arriba. Tenía los ojos cerrados y su respiración era lenta y rítmica, aunque había una ligera tensión en su mandíbula que no terminaba de desaparecer.

Me desperté más rápido, la curiosidad ganándole a la pereza. Con movimientos de ninja, me acomodé mejor sobre el colchón, apoyando mi peso en el codo y sosteniendo mi cabeza con la mano para tener un mejor ángulo de visión.

Me dediqué a estudiarlo. Era un lujo que rara vez me permitía con tanta descarada libertad.

El rostro de Damián era, sencillamente, perf
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