El cuerno resonó de nuevo, su eco reverberando a través del bosque como un latido grave que anunciaba el amanecer. Ryan, Lyanna, Tiberius y Kael se detuvieron, sus siluetas inmóviles bajo la luz plateada de la luna. El sonido era una llamada urgente, una que no podían ignorar. El consejo de guerra estaba a punto de comenzar, y su ausencia en el campamento no pasaría desapercibida.
“Tenemos que volver,” dijo Lyanna, su voz tensa pero decidida. Sus ojos verdes buscaron los de Ryan, como si buscara confirmación de que él estaba listo para lo que venía. “Si no aparecemos, Eldric sospechará aún más.”
Ryan asintió, aunque la idea de enfrentarse al Alfa de Claro de Luna lo llenaba de inquietud. Sabía que cada palabra que dijera en ese consejo podía alterar el futuro que él ya había vivido, un futuro lleno de sangre y traición. Pero también sabía que no podían quedarse al margen. Si Brisa Clara estaba negociando con cazadores, como sugerían las armas de plata encontradas en el campamento aban