La hoguera se había reducido a un montón de brasas que palpitaban como el corazón de la noche. El campamento de Claro de Luna estaba en silencio, salvo por el ocasional ulular de un búho y el murmullo del viento entre los árboles. Ryan y Tiberius compartían una tienda improvisada en el borde del claro, un refugio sencillo que les habían ofrecido los lobos de la manada. Pero el sueño no llegaba fácilmente para Ryan. Las palabras de Jason sobre Brisa Clara y los cazadores resonaban en su mente, entremezcladas con los rostros de los lobos que había visto alrededor del fuego, muchos de los cuales sabía que no sobrevivirían al futuro que él conocía.
Tiberius, sentado con las piernas cruzadas en el suelo de la tienda, examinaba un mapa rudimentario del territorio que había conseguido de uno de los lobos. Sus dedos trazaban las líneas que marcaban los límites entre