Até que ponto você iria por alguém que ama? Sarah acredita que iria até o inferno e para isso ela vai ter que fazer um acordo com o diabo ou mais especificamente, o homem que já foi seu confidente. Sarah, Lucas e Samuel tem uma longa história de amores não correspondidos, amizades postas a prova e muitos segredos cruéis. Para livrar a mãe de uma acusação injusta, Sarah vai ter que recorrer a Samuel, um homem que já a amou profundamente e que agora a quer envolvida em um casamento por conveniência. Dominada pela culpa e um segredo que a sufoca dia após dia, Sarah vai se ver presa no temperamento explosivo de Samuel, sua proteção sufocante e desejos de fazer seu corpo arder por ele. Obcecado por algo que nunca conseguiu ter, Samuel vai jogar sujo e usar o que tiver em seu alcance para prender Sarah exatamente onde ela nunca deveria ter saído: seus braços. Ambos terão que decidir nesse matrimônio cheio de farpas e problemas mal resolvidos, se vale a pena deixar o orgulho de lado e admitir que ambos foram feitos um para o outro.
Ler maisHace un par de semanas, tuve un pequeño mareo, así que decidí hacerme un chequeo general. Estaba segura de que era un embarazo y fui ilusionada a mi médico de cabecera. Sin embargo, nada me preparó para la noticia que llegó. No estaba embarazada, pero habían encontrado una masa extraña en mis ovarios. Mi doctor intentó tranquilizarme, pero yo ya sabía lo que eso significaba. A pesar de todo, conservaba una pequeña esperanza... esperanza que se desvaneció por completo el día de hoy.
Era estéril. Esa masa jamás me dejaría ser madre. Sentía que mi vida estaba arruinada. Siempre había soñado con ser madre, con formar una familia junto a Pietro. Ahora, ese sueño se había desmoronado en mil pedazos. Me tragué un sollozo. Desde hace un par de años, Pietro y yo empezamos a tener problemas. Él me reclamaba el no poder darle una familia, y eso me destrozaba el alma, así que insistía en que tal vez Dios no quería darnos hijos por el momento. Pero descubrí que si era yo la del problema. Subí al coche y me miré en el espejo retrovisor. ¿Cómo podía ser yo suficiente para él? Nunca lo entendí. Había tantas mujeres hermosas, y aun así él me eligió a mí, y a pesar de nuestras peleas, de que yo no le había podido dar un hijo, él aún seguía conmigo. Limpié las lágrimas de mi rostro y me recosté por un momento en el respaldo del asiento. Cerré los ojos con fuerza, tratando de detener mis lágrimas, pero era inútil. No podía contenerlas. Saber que nunca podría darle un hijo me partía el alma. Tenía tantos planes... Cuando logré calmarme un poco, puse el coche en marcha. Conduje en completo silencio, pero el torbellino de pensamientos en mi cabeza me estaba volviendo loca. Solo quería llegar a casa, decirle todo a Pietro, aunque sabía que él no lo tomaría bien. Al llegar a casa, corrí hacia la puerta y la abrí. Él estaba al pie de la escalera, hablando por teléfono con una expresión de preocupación. ¿Acaso ya sabía lo que el doctor me había dicho? Mi corazón empezó a latir con fuerza, y me acerqué a él poco a poco, hasta que estuve frente a frente. Él me miró, y todo en mí se paralizó. Mis manos empezaron a sudar. —¿Ya lo sabes? —pregunté. Él asintió con la cabeza, y yo tragué el nudo enorme que tenía en la garganta mientras le dedicaba una media sonrisa. —Perdón por no poder darte los hijos que tanto quieres, pero podemos adoptar —le dije entre el llanto. Su expresión cambió por completo. Era como si no me estuviera entendiendo. —¿De qué hablas? —me preguntó. Tragué el nudo que se me había formado en la garganta y, con manos temblorosas, busqué los exámenes en mi bolso y se los entregué. Él los miró, y el tiempo se detuvo. Yo me sentía más pequeña y vulnerable que nunca. —Eres una buena para nada, Abigail. Ni para darme hijos sirves —me dijo con la voz llena de rencor. Yo lo abracé con fuerza, pero él me apartó empujándome y haciéndome caer al suelo. —Perdóname —le supliqué. Pietro se agachó y me miró a los ojos. —¿Perdonarte? Esto no se perdona. Tú ni siquiera deberías llamarte mujer. Estás seca por dentro —me dijo furioso. Me arrodillé frente a él y empecé a pedirle perdón. Era comprensible que él estuviera así; todo era mi culpa. Yo siempre fui el problema, y él era perfecto. —Podemos adoptar —le volví a sugerir. Pietro agarró mi mandíbula con fuerza y me empujó, haciéndome caer de nuevo. —No criaré al hijo de otra persona —me dijo y se levantó. Su teléfono sonó, y él contestó de inmediato. —No estoy haciendo nada importante. Estaré allí lo más pronto posible —le dijo a la persona con la que hablaba. Sentí cómo algo dentro de mí se partía en mil pedazos. Su actitud hacia mí era tan cruel. Yo me acababa de enterar que nunca tendría hijos, y él prefería irse con quién sabe qué persona. —No te vayas, por favor —le supliqué en un último intento por recuperar todo esto. —Tengo cosas más importantes que hacer que verte llorar. Ahora levántate, te ves patética —me dijo. Me tiré a sus pies y envolví mis brazos alrededor de sus piernas. Yo lo amaba, y aunque me doliera todo esto, él era lo único que me quedaba, y no estaba dispuesta a dejarlo ir tan fácil. —Perdóname, te juro que lo solucionaré —le dije entre el llanto. Él me apartó de sí y me miró. Su mirada era de lástima, como si yo fuera un perro lleno de costras que está en la calle. —Tu madrastra me necesita, así que no me hagas perder el tiempo —me dijo. Asentí con la cabeza, resignada, porque sabía cuánto le debía Pietro a mi madrastra. Ella lo había acogido cuando él era un adolescente perdido, dándole un hogar y un futuro. Me levanté y me puse de puntillas para darle un beso de despedida, pero él apartó el rostro, y mi beso aterrizó en su mejilla. Se dio la vuelta y se fue, dejándome sola y con el corazón hecho pedazos. Me dejé caer en el primer escalón de la escalera, incapaz de sostenerme. Las lágrimas, tímidas al principio, empezaron a salir con fuerza. No lloraba solo por él. Lloraba por mí, por todo lo que estaba perdiendo. Tomé mi cartera y corrí a mi habitación. Quería refugiarme en las suaves mantas de mi cama, dormir y soñar que nada de esto estaba pasando. Al entrar, me dirigí al espejo de cuerpo completo que estaba en un rincón. Me miré de arriba abajo, viendo lo demacrada que estaba. Mi ropa era sencilla, cero maquillaje, mi cabello siempre recogido en un moño detrás del cuello. Definitivamente, Pietro merecía a alguien mejor que yo, y ahora que sabía que no podía darle un hijo, lo mejor era terminar con todo. Él no merecía sufrir por mis carencias. Me divorciaría de él y le dejaría el camino libre para ser feliz, aunque eso significara morir lentamente. Tomé lápiz y papel y escribí una nota donde le decía que lo dejaba libre, que no me buscara. Le expliqué que mis abogados se pondrían en contacto con él cuando los papeles del divorcio estuvieran listos.Sarah Dois anos e seis meses depois...Minha visão embasbacada encara o homem nu ao meu lado. Samuel se vira, o rosto perdido naquela expressão serena de quem está em um sono tranquilo, os lábios cheios um pouco separados, uma respiração constante.Lindo.Ele envolve o braço pesado em minha cintura, a mão subindo em direção ao meu seio e eu o olho segurando o riso.— Não vai fingir que ainda dorme, vai? — provoco, sabendo que ele está entre o sono e entre a realidade.— Não sei... se eu o fizer, vai te fazer ficar mais aqui comigo? — ele me responde, a voz rouca e uma ereção poderosa se enrijecendo em minha coxa.Penso nos nossos momentos de algumas horas atrás, das carícias trocadas, do sexo, primeiro afoito e depois mais tranquilo que fizemos.— Seria perfeito, mas sabe que hoje não posso. — Digo, percebendo o desânimo em meu tom.— Merda... eu esqueci que era hoje. — Ele me diz, se sentando e esfregando o rosto.— Ta tudo bem, se quiser pode ficar. — Digo, sendo sincera.— Nem ve
Sarah Existem momentos que ficam marcados em você como fogo. Deitada nessa cama, vendo a médica passar o gel no pequeno ovo que se resume a minha barriga, a sensação de estar sendo marcada só aumenta. Há cerca de doze horas atrás eu estava nos braços de Samuel na cama, com ele me dizendo quantas vezes foram necessárias que a consulta com o médico para descobrir o sexo do bebe correria bem, que tínhamos tomado a decisão correta em tentar descobrir. Uma parte de mim queria prolongar a espera, apreciar as pequenas descobertas, mas após tantos contratempos e decisões difíceis, eu decidi que as surpresas agora se restringiriam a pequeníssimas coisas. Meu olhar encontra o de Samuel, o carinho e a expectativa que vejo ali, me dizendo que ele está na mesma situação que eu, que ele entende. — Nervosos? — O doutor de aparência quase nórdica, nos pergunta. — Muito. — Admito, vendo na tela pequena, uma pequena forma aparecer. — Muito bem... vai valer cada cabelo branco, garanto a você
Sarah Eu tenho ouvido muito sobre como é normal se sentir emotiva durante a gravidez, como é necessário ter uma certa paciência e isso de certa forma me chateia, pois eu sei que não só os hormônios da gravidez, que me fazem correr para os braços de Silos nesse momento e chorar em seu ombro como uma criança. É saudade e uma boa dose do revés de ter tido uma das piores experiências da minha vida, essa que me mostrou como os laços se estreitam no medo, na incerteza. Eu tive momentos ruins naquele quarto, em que me senti presa, presa em algum tipo de piada ruim do destino. Tive decisões importantes lá e depois disso, uma delas, sendo essa, de valorizar cada pequeno momento com quem amo. Sinto como Silos me aperta firme, uma sensação de afago, proteção me cercando. Samuel teve uma longa conversa com Silos e Lucas pelo telefone, tendo que contar a eles, claro, omitindo as piores coisas, sobre os acontecimentos na Europa. Silos, que já vinha planejando suas férias, as retirou as pressa
Sarah Um movimento me faz despertar e levanto minha cabeça, sentindo-a latejar em resposta. — Está doendo muito? — Ouço a voz grave de Samuel me perguntar, a raiva nítida em seu tom. Olho bem para ele, cada traço, até as imperfeições e sentindo as lágrimas me encherem os olhos, eu o abraço, não sabendo quando que terei o suficiente dele. — Eu pensei que nunca mais fosse te ver... Meu Deus, eu odeio todos eles. — Esbravejo, agarrada a sua camisa. Sinto outro tranco e percebo que estamos em um carro, esse que segue em alta velocidade. — Ren? — Chamo, olhando desesperadamente no banco da frente. — Fala, patroa. — ele me cumprimenta, sua voz sempre cheia de charme, me enchendo o peito — Esse pessoal é meio barra pesada, sabe...acho que quero um aumento. Samuel me puxa para seu peito novamente e sinto a risada no vibrar de seu peito. — Fale com o cara das finanças. — Respondo a ele, aproveitando esse pequeno intervalo nessa loucura toda, antes que eu me veja obrigada a reconhecer
AgoraSarahAcordo como se algo muito pesado repousasse em minhas pestanas. Minha primeira tentativa de abrir os olhos se da em uma tonteira terrível.Conheço essa sensação. Fui drogada, de novo.As lembranças do que me ocorreu vão desencadeando batidas frenéticas em meu peito, assim como o pavor.Minhas mãos vão ao meu ventre e me sento, mesmo que isso me custe uma onda de náusea terrível. Testo as minhas pernas e meu sexo para ver se sinto alguma dor, mas nada me acomete. Minha barriga também permanece sem ferimentos e eu a apalpo até a exaustão, a possibilidade de terem me tirado meu filho, sendo dura demais.— Seu filho está aí, menina. — Ouço Nicolas me dizer e o procuro com o olhar.O vejo encostado na parede, os braços cruzados e olhar atento em mim.— Demétrio... ele ... — começo a dizer minha língua um pouco pesada.— Ele viajou assim que a deixou aqui, não se preocupe. Ele sempre foi um moleque que não aguentava ver as próprias atrocidades, então foi a algum lugar, fingir qu
SarahDois dias antesMeu andar pelo quarto é vagaroso, a vontade de tirar o vestido sujo da minha pele só não sendo maior, que o medo de ficar nua nesse lugar.Por Deus... eu quero sair daqui.A cada hora que passa, eu fico mais tensa com o que pode ter acontecido a Samuel ou ao Ren.Minha vontade é parar de bancar a vítima plácida e lhes mostrar um pouco do que realmente sou, mas tenho segurado o meu gênio em garras firmes, poderosas.Um pequeno espelho em frente a cama me chama atenção. Olho-me nele, por um momento, vendo minha mãe. As olheiras, a tez ficando cada vez mais pálida, os olhos atormentados.De súbito, eu vou entendendo o que Demétrio está fazendo comigo. Ele pode estar sendo mais sutil que seu pai e seu irmão, mas é a mesma atitude.Ele está me quebrando, pouco a pouco. A tática de me tornar mais plácida o acalmou tempo o suficiente para que ele não partisse para meios mais rudes, mas ele ainda está me quebrando, tomando a minha vontade, me fazendo recuar até que eu es
Último capítulo