Al día siguiente, Ava regresó al restaurante. Sofía, al verla entrar, le dio un efusivo abrazo y comenzó a ponerla al día sobre todo lo sucedido durante su ausencia: los nuevos clientes, las historias que cada uno traía consigo. Pasaron el día conversando entre risas y anécdotas, por un momento un pensamiento cruzó por la mente de Ava, recordando a su salvador.
—¿Has visto a la persona que me salvó el día del robo? —preguntó, con un deje de inquietud en la voz—. ¿Ha aparecido por aquí? Quiero conocerlo y darle las gracias.
Sofía, ladeó la cabeza de un lado a otro y respondió.
—No ha venido al restaurante, pero una vez cerré tarde y lo vi caminando cerca de la plaza. Estaba lejos y no logré alcanzarlo.
—Entonces, ¿me acompañas después de cerrar a buscarlo? me urge conocerlo.
Al caer la tarde, después organizar todo en el local, cerraron y se encaminaron hacia la plaza. Caminaban cuando Sofía se detuvo abruptamente, agarró a Ava del brazo y le susurró con entusiasmo.
—¡Ava! Creo que el