ADIÓS MI AMOR

Alexander nos condujo a Estela y a mí al comedor del hospital. Adrien no podía comer antes de la cirugía y sería una tortura para él vernos comer.

Estela parloteaba sin tregua buscando animarme, pero yo apenas tenía fuerzas para responder. Me limitaba a sonreír mientras intentaba probar el plato que pedí: El mero olor del pescado me revolvía el estómago; terminé cambiándolo por el plato de mi mejor amiga. Y por más que respiré hondo, tratando de disipar el malestar, de contener pocos bocados. No lo logré.

El malestar me ganó y corrí al baño a vomitar. Me sentía miserable. Cuando supe que no quedaba nada por expulsar, me derrumbé en lágrimas, consternada, débil, temblorosa.

Fue Estela quien apareció, como siempre mi ángel guardián. Me ayudó a salir del cubículo y fue mi apoyo, para llegar hasta el lavabo.

Juntas volvimos al comedor. Allí, al menos logré comer algunas papas fritas y un pedazo de pollo, intentando no forzar mi estómago. Me repetía una y otra vez, que cuando Adrien salier
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