«No quiero nada más de ti, ni contigo, así que vete.»
Las palabras resonaban con fuerza en su cabeza, y ni así lograban cobrar sentido. Ella decía que él estaba loco, pero Javier comenzaba a sospechar que la loca era ella.
—Estás sobreactuando —dijo el joven intentando calmar a María.
Pero no había manera de que esa absurda crítica le hiciera tranquilizarse. María abrió la boca enorme, mirándolo fijo, al fin, y luego sonrió como lo que él la creía justo en ese momento: como una total loca.
María reía desaforadamente, casi histéricamente. No podía creer que ese sujeto minimizara sus acciones de tal manera. ¿Qué sería lo que pensaría él como lo peor a hacerle a su pareja?
—Javier —habló Mari tras tranquilizarse un poco—, se supone que la gente se casa por amor, por eso iba a casarme contigo, porque te amaba y pensaba que me amabas también, pero...
Javier la interrumpió.
—¿Cómo que me amabas? —cuestionó el hombre casi indignado—. Yo te amo, te he amado siempre. No pudiste dejar de amarme