—Pareciera que mentir se te da muy bien, esa entrevistadora se creyó toda la historia que le contaste.
—Querido aprendí del mejor, parece que la alumna superó al maestro. —Sonriéndole y moviendo su cabello hacia atrás, él no podía negarlo, cada vez que la veía le parecía aún más hermosa, su cabello de fuego, ese perfecto cuerpo que había adquirido con el tiempo, aún recordaba sus curvas, la sensación de hundirse en ella y oírla pronunciar su nombre en medio de un grito de placer donde le decía que lo amaba y que no se detuviera, pero así como era de hermosa, también era de fría y calculadora, no quedaba ni un rastro de aquella mujer cuya dulzura lo hacía claudicar cada vez que decía que la dejaría en paz, pero no podía, era adictiva, besar para parte de su cuerpo, saber que se corría con un solo toque de las yemas de sus dedos, saberse el único que había osado tocarla, era una sensación casi tan sublime como un orgasmo con tan solo pensarlo y vivirlo era algo casi como tocar el cielo.