Fernanda, mientras tanto, revisaba la bolsa de valores, cuidaba sus inversiones, después de todo era herencia de su abuelo, su patrimonio, su legado.—Señorita Del Castillo, los de Japón han confirmado la reunión online.—Muchas gracias —respondió ella, sin ánimos de dejar que su parlanchina secretaria siguiera hablando. Solo eran días que se había instalado ahí, pero ya sabía cómo era ella.Habían pasado horas y decidió tomarse un respiro, un café caliente, mirando hacia la ventana, aunque el aire acondicionado está haciendo que el ambiente fuera tibio, ella no dejaba de sentir frío, después de todo su venganza había empezado, pero, aun así, su corazón no lograba calmarse, solo había pequeños destellos de satisfacción al ver su cara por la mañana, como la miraba desde abajo hacia arriba, no era la misma chiquilla con trenzas y lentes que vivía como abeja alrededor suyo, revoloteando, buscando su atención, haciendo todo lo que él quisiera, en cambio, ahora era otra, una mujer de negoc
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