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ACTUALIDAD

—¡¿Tú?!

—Si Santiago, soy Fernanda Del Castillo, tu peor pesadilla —Era ella, la mujer que había regresado dispuesta a cobrar aquella venganza, solo hoy con las armas suficientes podría tomar su revancha, era su momento Santiago Montiel Salva tierra, pagaría el dolor causado tal cual se había prometido a sí misma ocho años atrás con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado.

Trató de acercarse a ella, de tocarla, estaba tan cambiada, pero era su Fer, su nena. Los recuerdos, las veces que la hizo suya, cuando tuvo que taparle la boca para que no gritara del placer que le proporcionaba, las veces que había tomado su cabello, enredándolo entre sus dedos, jalarla ligeramente hasta hacerla delirar y juntaba su pelvis hacia su entrada, sin embargo, ahora, frente a sus ojos, estaba una mujer en apariencia muy similar, pero esparcía algo que tenía miedo de identificar, rencor en cada una de sus palabras, esa sonrisa cínica le escarapelaba la piel y eso que aún no sabía de sus intenciones.

—No entiendo, ¿qué significa todo esto?

—De verdad que no cambias, ¿A quién has venido a ver? Por favor, Santiago, no somos unos niños, venimos a hacer negocios. ¿Recuerdas?

Se sentó en su escritorio y le mostró unos papales. Cuando él los vio, retrocedió unos pasos, incrédulo, sin poder creerlo.

—Debe ser una maldita broma y no es una pregunta, es una afirmación.

—Debes usar lentes, porque esos papeles dicen una verdad absoluta, son una copia. Puedes llevártelos, estúdialos, te doy cuarenta y ocho horas. Ahora puedes retirarte, cualquier cosa habla con mi secretaria y, por cierto, no azotes, fuerte la puerta, que es vidrio traído de Albania.

Su actitud fría, el tono de su voz, no podía creerlo, siempre había añorado volver a verla, sin embargo, ahora simplemente ella lo trataba como si nunca hubiera habido algo entre ellos, como si no tuvieran un pasado juntos.

Cuando regresó a su casa, su madre estaba expectante, por no decir la palabra desesperada, tener un esposo con la vida dependiendo de un hilo, una hija a punto de dejar sus estudios por la falta de medios, otra que no quería saber nada de ellos, el legado familiar por los suelos a punto de la quiebra, si es que no estaba ya en ella.

—Hijo, dime por qué favor que tienes buenas noticias.

Al ver sus ojos, sabía que no podía decirle la verdad, que la muchachita que ella creía perfecta simplemente ahora lo estaba acorralando sin contemplaciones, no podía decirle que la mujer que tuvo en sus brazos tantas veces años atrás, ahora simplemente era una mujer fría, que no le temblaba las manos para hacer que los demás hicieran sus deseos realidad,

—Tengo que revisar unos papeles, —atino a responderle, porque por su mente demasiadas ideas rondaban, la rabia y la frustración lo dominaban, aquella noche no puedo dormir bien, en una esquina, sobre la mesita de noche de su habitación, estaban los papeles, debía hacerlo, pero un temor latente crecía en su interior, debía llevarlo con un abogado, revisarlo bien, mando un mensaje a un viejo conocido y acordaron reunirse en un bar cercano, debía saber qué hacer y él era la persona que necesitaba.

Una hora después estaba esperando a su amigo, a penas lo vio alzo el brazo para hacerle una señal, este le devolvió el saludo y se sentó frente a él, llamo a un mesero y pido un trago, se subió las mangas de su camisa hasta la altura de sus codos y poso sus antebrazos sobre la mesa, era evidente el estado de su amigo.

—Dime, ¿para qué soy bueno? Además, que no creo que solo me hayas reunido aquí para ver mi hermoso rostro.

—Quiero que veas esto y me des tu opinión profesional—Le entrego los documentos, como todo un abogado que se respeta, saco sus anteojos y observaba detenidamente, pasando hoja tras hoja, mientras recibía el trago que minutos antes había pedido, para Santiago los minutos parecían horas y los segundos tortura china, el rostro serio de James le hacía temer lo peor, como si lo que tanto había temido, se hiciera realidad.

—Creo que esto no es nada bueno para la empresa de tu familia, al menos que cumplas las condiciones que dice aquí. Santiago, estudiaste dos años de derecho, algo de esto debes entender. — Claro que entendía, pero aún tenía la esperanza de que una segunda opinión lo sacase de esa idea.

—Entonces, es verdad, si en cuarenta y ocho horas no le pago el dinero que le debe mi padre, debo hacer un trato con ella o, de lo contrario, haría efectivo el embargo. James, me voy a volver loco, es mucho dinero, no tengo ni la décima parte de ese monto que exige.

—Lo siento mucho, amigo, pero a lo mejor, las condiciones que te pide no sean tan descabelladas, creo que es hora de que vendan una parte de la empresa.

Aquella frase, lo hice palidecer: ¿vender parte de la empresa? Habían hecho hasta lo imposible hasta ese momento, aun a pesar de las desgraciadas circunstancias, la enfermedad de su padre, el incidente de su hermana la del medio, a pesar de haber tenido que cambiar de carrera para poder hacer algo por hacer resurgir la empresa, aun con todo en contra, jamás se había atrevido a vender ni una minúscula parte de ella.

—¡Eso nunca! — Golpeó con mucha vehemencia la mesa hasta hacer que los vasos tambalearan sobre ella. James tuvo que limpiar con una servilleta que tenía, la cara de furia, de Santiago. Era clara evidencia de que algo como eso jamás lo permitiría.

—Entonces, pida lo que te pida esa mujer, tendrás que aceptar, pero dime exactamente quién es esa mujer.

—Cuando te diga quién es, vas a decirme que es un chiste del destino o un castigo para mi estupidez. Es Fernanda— James pensaba una y otra. ¿Fernanda? Luego recordó la única Fernanda en la vida de su amigo, pero era imposible, ella había desaparecido de la faz de la tierra—, sí, la misma en la que estás pensando, Fernanda Del Castillo.

Cuando lo menciono, James casi escupe el contenido del licor que tenía en su boca.

—Es imposible, no puede ser ella, la misma mujer que años atrás estaba loca por ti, ahora entiendo todo.

James entendía todo, sin embargo, para Santiago aún era algo que no captaba o simplemente se negaba a hacerlo.

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