La suavidad de la tela de mi vestido parecía potenciar la sensación de sus manos en mi piel, y me sentía envuelta en una sensación de calor y comodidad. Era como si el vestido estuviera diseñado para maximizar el placer de su tacto, y yo me sentía afortunada de poder experimentarlo.
—Bruno—susurre su nombre cuando presiono mis pezones con fuerza.
— Silencio —me dijo, su voz baja y firme.
No dejó de tocarme, por el contrario ahora sus caricias estaban en mis piernas, subiendo mi vestido.
— ¿Tengo que callar? —le pregunté de nuevo, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda y mordí mi labio cuando sus dedos, tocaron mis bragas.
— Solo hablas cuando yo te lo permita —me dijo sin vacilar y un tono que me alarmo demasiado.
Corrió la tela de mi panti, tocando mi intimidad y me avergoncé, un rubor baño mis mejillas porque lo descubrió y lo sabia por el gruñido masculino que soltó y reverbero en mi cuerpo.
—¿Quién es la mentirosa ahora? —me preguntó Bruno, su voz baja y sarcástica.
—Me discu