VERONICA
Paso su mano por mis glúteos, levantándome el vestido y suspire cuando la palma acaricio mis glúteos expuestos ante sus ojos.
—Estas mojada—acuso y cerré mis ojos—tanto me deseas.
—Me deseas, ¿verdad? —preguntó Bruno, su voz baja y sensual.
—Sí, amo —respondí, mi voz apenas audible—. Te deseo con todo mi ser. Quiero sentir tus manos en mi piel, tu boca en la mía.
Bruno se acercó a mí, su mirada intensa y ardiente. —Yo también te deseo —dijo—. Quiero poseerte, hacerte mía.
Me sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al escuchar sus palabras. Sabía que estaba dispuesta a entregarme a él, a dejar que me dominara y me hiciera sentir suya.
—Por favor, amo —supliqué—. Tócame. Hazme sentir tuya.
Bruno sonrió, una sonrisa lenta y sensual.
—Lo haré —dijo—. Te tocaré, te besaré, te haré mía.
Me sentí un poco temblorosa, pero también excitada por la forma en que me miraba. Sabía que estaba en sus manos, y que él podía hacer conmigo lo que quisiera. Y eso me gustaba.
—Mi familia amo, podrí