VERONICADespués de que esa mujer abofeteara a Gabriel y se fuera con una mirada de desprecio, él se quedó sorprendido y confundido. Cuando me vio, se acercó a mí con una expresión de curiosidad.—¿Qué haces aquí? —me preguntó, con una voz un poco brusca.Me tomé un momento para responder, intentando encontrar las palabras adecuadas después de un momento tan tenso y raro.—Discúlpame, pero tengo hablar contigo de algo importante —le dije, con una voz firme.Gabriel me miró con una expresión de sorpresa, pero luego asintió con la cabeza.—Ven, pasa a mi oficina —le dije, haciéndole un gesto para que me siguiera.Entro oficina de Gabriel, intentando absorber cada detalle. La oficina es elegante y sofisticada, con un escritorio de madera oscura y sillas de cuero negro. Las paredes están adornadas con diplomas y certificados, y hay una ventana grande que deja entrar la luz natural.Mientras detallo la oficina, Gabriel se levanta de su silla y se dirige a un mueble bar que hay en un rincón
VERONICAGabriel Romano, el nombre que todos conocen y respetan en el mundo del derecho. Es el hijo mayor de la familia Romano y hermano de mi jefe, una dinastía, una familia que ha dominado varios campos mundiales. Desde que era un joven estudiante de derecho, se supo que iba a seguir los pasos de sus abuelos,y no se ha defraudado. Su historial es impresionante: ha ganado caso tras caso, sin perder uno solo. Su porcentaje de victorias es legendario, y muchos lo consideran uno de los mejores abogados de la ciudad.Su carrera ha sido meteórica. Ha trabajado en algunos de los casos más importantes y complejos de la historia de la ciudad, y siempre ha salido victorioso. Su habilidad para analizar los hechos, encontrar las lagunas en la ley y presentar argumentos convincentes es insuperable. Es un maestro de la oratoria, y su presencia en la corte es imponente.Pero no solo es admirado por sus habilidades profesionales. También tiene un gran número de pretendientes que se sienten atraídas
VERONICAEl doctor comenzó a explicar lo sucedido con Daniela, prima de Bruno, su voz calmada y profesional, pero con un tono de gravedad que no podía ignorarse.—La sobredosis de Daniela la dejó en estado de coma —dijo el doctor, su voz resonando en la habitación—. Estamos haciendo todo lo posible para estabilizarla y mantenerla cómoda, pero es importante que entiendan que su situación es crítica.La madre de Daniela se desplomó en una silla, llorando desconsoladamente. Su marido se acercó a ella, tratando de consolarla, pero su rostro también estaba lleno de dolor y preocupación.Bruno se quedó paralizado junto a mi lado, su rostro pálido y su mirada fija en el doctor. Gabriel, su hermano, se acercó a él, poniendo una mano en su hombro en un gesto de apoyo.Los padres de Bruno, sentados en un rincón de la sala, se miraban entre sí con lágrimas en los ojos. La madre de Bruno se cubrió la boca con la mano, como si tratara de contener un grito de dolor.El padre de Daniela se acercó al
VERONICAMe senté en el restaurante del hospital, rodeada de mesas vacías y el murmullo de las conversaciones en voz baja. Frente a mí, dos hombres me miraban con expresiones diferentes. Uno de ellos, el que parecía ser mi amo, me observaba con una intensidad que me hacía sentir incómoda. El otro, en cambio, me sonreía con una calidez que me hacía sentir un poco más relajada.No sabía cómo manejar la situación. Por un lado, estaba mi jefe, mi amo, que me trataba como una posesión. Por otro lado, estaba su hermano, que parecía querer ser mi amigo. No entendía cómo podía haber tanta diferencia entre ellos.El aire en el restaurante se volvió tenso, y pude sentir la ansiedad que me estaba consumiendo. ¿Qué debía hacer? ¿Debía seguir las órdenes de mi amo, o intentar conectar con su hermano? No sabía qué camino tomar, y la incertidumbre me estaba matando.—Deben estar más unidos que nunca —les dije a Bruno y Gabriel—. Los padres de Daniela necesitan nuestro apoyo en este momento.—Nosotro
VERONICASentada en la parte delantera del auto de mi jefe, miré la puerta de mi casa y suspiré, tomando fuerzas para ingresar. Bruno, mi jefe, notó mi nerviosismo y me preguntó:—¿Te noto muy nerviosa, Verónica? ¿Todo bien?Me tomé un momento para responder, intentando encontrar las palabras adecuadas.—Mi familia no es para nada fácil —le dije finalmente—. Hay ciertas... dinámicas que pueden ser un poco complicadas.Bruno me sonrió y me puso una mano en el hombro.—No debes preocuparte por eso —me dijo—. Yo sé cómo sobrellevar las cosas. No te preocupes.Me sentí un poco aliviada al escuchar sus palabras, pero también un poco incómoda al saber que él pensaba que mi familia era un problema que necesitaba ser "sobrellevado".—Son muy buenas personas —le dije—. Y los amo mucho. Pero... pasa algo entre ellos y yo, sobre todo entre mi papá y yo, que hace que las cosas se pongan un poco tensas cuando llego a casa.Bruno me miró con interés, y pude ver que estaba genuinamente preocupado po
VERONICA—Bruno es el hombre más atractivo que he visto en mi vida —dijo Verona, mirándolo con admiración mientras él charlaba con nuestra madre—. ¡Es tan guapo y carismático! Me hace sentir como si estuviera en una película de Hollywood.Me reí y mordí una manzana, tratando de parecer indiferente mientras observaba a Bruno con el rabillo del ojo. Mi madre parecía encantada de hablar con él, y él estaba siendo su habitual yo carismático, sonriendo y riendo con facilidad.Cosa que me parecía extraño, ya que por lo general, era un dolor en el culo.—Recuerda que tienes esposo —le recordé a Verona, tratando de mantener una actitud neutral mientras Angélica se limaba las uñas con una sonrisa en el rostro.Angélica levantó la vista y se encogió de hombros.— ¿Qué tiene de malo reconocer el atractivo de otros hombres? —preguntó—. No somos ciegas, sentimos. Y Bruno es definitivamente un hombre que llama la atención.Verona asintió con entusiasmo, sus ojos brillando con diversión.—Sí, es ver
VERONICAPaso su mano por mis glúteos, levantándome el vestido y suspire cuando la palma acaricio mis glúteos expuestos ante sus ojos.—Estas mojada—acuso y cerré mis ojos—tanto me deseas.—Me deseas, ¿verdad? —preguntó Bruno, su voz baja y sensual.—Sí, amo —respondí, mi voz apenas audible—. Te deseo con todo mi ser. Quiero sentir tus manos en mi piel, tu boca en la mía.Bruno se acercó a mí, su mirada intensa y ardiente. —Yo también te deseo —dijo—. Quiero poseerte, hacerte mía.Me sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al escuchar sus palabras. Sabía que estaba dispuesta a entregarme a él, a dejar que me dominara y me hiciera sentir suya.—Por favor, amo —supliqué—. Tócame. Hazme sentir tuya.Bruno sonrió, una sonrisa lenta y sensual.—Lo haré —dijo—. Te tocaré, te besaré, te haré mía.Me sentí un poco temblorosa, pero también excitada por la forma en que me miraba. Sabía que estaba en sus manos, y que él podía hacer conmigo lo que quisiera. Y eso me gustaba.—Mi familia amo, podrí
VERONICA—Papá, por favor, no es momento para que discutamos —le dije, tratando de mantener la calma.—¿Entonces cuándo, Verónica? ¿Cuándo vamos a tener esta conversación tú y yo? —respondió él, su voz cargada de frustración.—No lo sé, pero no creo que sea este el momento. Hace tiempo que no vengo a casa y quiero pasar un día agradable con ustedes —intenté explicar.—No vienes a casa porque tienes miedo de afrontar tus deberes —afirmó él, su tono acusatorio.—No, no vengo a casa porque no quiero pelear contigo —repliqué, sintiendo cómo la tensión aumentaba.El ambiente se sentía cada vez más tenso. Amo a mi padre, pero nuestra relación siempre ha sido complicada. Me duele saber que nuestras discusiones son una de las cosas que más me afectan. En ese momento, deseaba poder disfrutar de mi visita sin conflictos, pero parecía que eso era algo que estaba fuera de mi alcance.—Papá, por favor, no es momento para discutir esto —dije, intentando mantener la calma mientras nos preparábamos p