VERONICA
Me arrodillé frente a mi amo, sentado en su sillón favorito. Su mirada intensa y dominante me hizo sentir un escalofrío de placer y sumisión. Me gustaba sentirme bajo su control, hacer lo que él me decía.
—Ven aquí, mi sumisa —dijo él, su voz baja y autoritaria—. Quiero que me muestres tu devoción.
Me acerqué a él, mi corazón latiendo con anticipación. Me coloqué entre sus piernas, mi rostro cerca de su regazo mientras el libero el miembro grueso que me hizo temblar el interior.
—Mírame —dijo él, su voz firme—. Quiero ver tus ojos mientras te sometes a mí.
Le miré a los ojos, sintiendo su poder y control sobre mí. Pude ver la pasión y el deseo en su mirada, y me sentí atraída hacia él.
—Ahora, baja la cabeza —dijo él, su voz suave pero firme—. Quiero que me muestres tu respeto.
Bajé la cabeza, mi cabello cayendo alrededor de mí como una cortina. Sentí su mano en mi cabeza, guiándome hacia abajo.
—Así, mi sumisa —dijo él, su voz llena de aprobación—. Eres tan obediente, tan su