Mujer prohibida: 4. Cristóbal lastima a Mía con sus palabras
— No, no puede ser. Dios, no puede ser cierto — para ese punto, él ya negaba sin poder creerlo
Mía se incorporó lentamente, sin sospechar nada.
— ¿Cristóbal? ¿Qué pasa? — preguntó, de repente, preocupada por la forma en la que él la estaba mirando.
— Dime que no fuiste tú, Mía — exigió él, y se pasó la mano por el rostro, asustado, contrariado.
Mía continuaba sin comprender.
— Cristóbal, ¿de qué estás hablando?
— Anoche. Esa mujer, Mía… es mujer… ¿fuiste tú? — necesitaba de verdad salir de dudas. Necesitaba que ella lo negara, o, de lo contrario, no iba a perdonárselo nunca a sí mismo.
Ante el cuestionamiento, Mía ahogó un jadeo y se llevó las manos al centro de su estómago, nerviosa, sin saber qué decir.
— Cristóbal, yo… — el resto de la oración murió en su boca, y fue eso lo que le dio una respuesta a Cristóbal, provocando que el mundo bajo sus pies se detuviera de súbito.
— No, Dios, no. ¿Cómo? ¿Cómo… pudo pasar? ¿Cómo… lo permití? — se cuestionó a sí mismo, y se dio la vuelta hacia