El corazón de Cristóbal no podía más con la angustia.
Habían transcurrido alrededor de seis horas y nadie le daba razón de su esposa. ¡Sentía que enloquecía!
Durante todo el tiempo en el que Amelia estuvo en Quirófano, Brazilia llamó en más de una ocasión.
— ¿Qué noticias tienes, hijo? Estoy con el corazón en la boca de la angustia.
— Todavía nada. Sigo sin tener razones — respondió el CEO Cristóbal con pesar. ¿Qué diablos estaba pasando allí dentro que nadie salía a decirle nada?
— Dios, cariño, tratemos de mantener la calma, ¿sí? Amelia es fuerte y saldrá de esta.
— Lo sé. Jamás había conocido a nadie más fuerte que ella — musitó con orgullo.
Brazilia sonrió nostálgica desde el otro lado de la línea.
— Jamás te vi así de enamorado.
— Amelia lo es todo para mí. Es el amor de mi vida. Movería el cielo por ella y por mis hijos.
— Lo sé. Eres un hombre maravilloso y ella lo sabe — hubo un momento de silencio —… ¿Cariño?
— Estoy aquí, es solo que… no puedo evitar pensar en ese escenario,