El peor castigo: 28. ¿Estabas preocupada por mi?
Asustada, Emma tomó a su hija en brazos y la pegó protectoramente a su pecho, observando cómo todas las ventanas a su alrededor se cerraban de a poco hasta terminar de oscurecer la habitación. Voces se escuchaban de la parte de abajo. Gritos, órdenes y también pasos apresurados.
De repente, su móvil vibró sobre la encima. Era Matías, reconoció enseguida. Contestó sin dudar, pero, antes de que pudiera decir nada, él habló primero.
— Emma, ¿estás en la habitación de Mía? — se escuchaba demasiado agitado.
— Sí, Matías, ¿Qué es lo que está pasando? Las ventanas comenzaron a cerrarse y se escucha una alarma muy fuerte. ¿Qué es todo esto?
— Emma, escúchame bien, tienes que quedarte en la habitación, ¿okey? Se ha pasado el pestillo de forma automática. No se abrirán las puertas hasta dentro de media hora.
— Matías…
— Escúchame, por favor — le rogó, serio.
— Sí, dime…
— Si ves que antes de esa media hora no recibes mi llamada, quédate cerca de la puerta y vuelve a pasar el pestillo inmediatame