NINGUNO DEBERÍA ESTAR AHÍ
—A veces se me olvida que tú también perteneces a este mundo —dijo Calisto al ver la elegancia del evento.
—Yo me pertenezco a mí misma, amiga —respondió Dara. —Esto no me define —agregó encogiéndose de hombros.
Dara descendía de un largo y vasto linaje de artistas.
En su árbol genealógico había artistas plásticos, críticos de arte, escritores y hasta actores. Su padre había sido un crítico de arte reconocido, sin embargo, desde que él falleció, la joven se negaba a usar su renombre.
El peso del apellido era demasiado para ella.
—Doy gracias a Dios de que así sea —respondió Calisto sonriente, no pretendía incomodar a su amiga.
La ostentosidad de aquella fiesta no iba para nada con el estilo sencillo y cálido de Dara, rara vez ella se involucraba con ese mundo, por ello resultaba un poco extraño.
Al ingresar a la fiesta, les dieron una máscara que tendrían que utilizar durante toda la velada. Estas habían sido creadas por el artista que firmaba la exposición y