Capítulo 42: Otra víctima.

El mundo se desplomó bajo los pies de Claudia, una implosión silenciosa que retumbaba solo en su interior.

—¡Eso no… puede ser! —susurró, la voz teñida de un terror tan profundo que parecía emanar desde las raíces mismas de su existencia—. Debe haber un error, yo no puedo... haber estado con mi propio hermano.

Su tono se fue haciendo más bajo, mientras las lágrimas brotaron incontenibles, cada gota un reflejo del amor prohibido que nunca debió florecer.

Se presionó el pecho, intentando contener el dolor que amenazaba con romperla en mil pedazos. Sentía que el aire le faltaba y que no podía respirar.

—Tranquila, hija, —murmuró su madre con demasiada calma, extendiendo sus manos temblorosas hacia ella, pero Claudia retrocedió como si el mero contacto pudiera quemarla.

—¡¿Cómo me pides que me calme?! —La pregunta salió entrecortada por sollozos. —¡He estado con él, mamá! ¡Con mi propio hermano! Sin saberlo —. El asco y la desesperación se mezclaron en su voz.

—Debes olvidarlo, Claudia
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