KATIA VEGA
La fiesta de compromiso no había comenzado y ya me sentía ansiosa. El hermoso vestido que me había comprado en Italia no me cerraba. —Esto no puede ser posible… —refunfuñé peleando con el cierre.
—Lo vas a arruinar —contestó Marcos cuando terminó de acomodarse la corbata. Parecía divertido al verme pelear—. Ven aquí…
Caminé desanimada y cuando me planté delante de él, me tomó con suavidad de la cintura y me hizo girar para darle la espalda. Sentí como recorrió mi columna vertebral con suavidad, haciendo que mi piel se erizara, antes de tomar el cierre e intentar subirlo.
—Te lo dije, no sube… —agregué co