MARCOS SAAVEDRA
—Valiente sacrificio, espero haya valido la pena —dijo Héctor, mi abogado, torciendo los ojos.
—Lo valió… —agregué con pesadez—. No puedo esperar para que regresemos esta misma noche. Ya estoy harto, cansado de todo esto y de fingir que me agrada.
—Pues Katia parece ser muy feliz aquí…
—Pero yo no… —contesté fastidiado viéndome las manos—. El calor, el trabajo pesado, los accidentes, los insectos, el polvo… No sé cómo es que le fascina esto. Lo único bueno es la comida y el vino. De ahí en fuera, no le veo sentido a someterse a esta clase de ambiente si no es necesario.