KATIA VEGA
Me quedé sentada sobre el escritorio, aún con Marcos entre mis piernas, mientras sus manos me sujetaban de la cintura, dándole soporte a mi cuerpo que no dejaba de temblar, víctima de ese fuerte orgasmo. Nuestras respiraciones agitadas estaban coordinadas y el silencio se volvió una breve tregua.
—Me perteneces, Katia… Tu cuerpo no sabe disimularlo… —susurró contra mi mejilla antes de depositar un suave beso en mi hombro.
Lo empujé por el pecho, mientras la culpabilidad me comenzaba a atormentar. —No… voy a ser solo un capricho… —No sabía si se lo estaba diciendo a él o a mí misma, queriendo convencerme.
Me acomodé la ropa y alisé