ARTURO VEGA
La madera golpeó mi cuerpo, aplastándolo contra el suelo. Mi mirada se nubló y el humo me estaba complicando el respirar. Cuando levanté la mirada, supliqué por haber hecho las cosas bien y tomar la mejor elección. A un metro de mí, la mujer que había decidido salvar comenzaba a recobrar la razón mientras tosía, en cuanto se levantó supe que mis esfuerzos no habían sido en vano y pese al dolor, me sentí más tranquilo.
—¡Arturo! —exclamó esa hermosa pelirroja corriendo hacia mí, hincándose a mi lado, intentando desesperadamente levantar la viga—. ¡Aguanta!
—Solo vete… —dije posando mi única mano libre sobre su espalda—. Sal de aquí.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y pude notar la desesperación en su semblante. —No te dejaré… —contestó con voz rota.
—¿En verdad estás llorando por mí? —pregunté fingiendo estar divertido y estiré mi mano hasta que recogí una de sus lágrimas—. Vete, Lisa… Antes de que todo caiga.
—Iré por ayuda… No pienso abandonarte —agregó acariciando mi