PRESENTE - RUSIA
La carrera estaba por comenzar en un circuito improvisado en las afueras de Moscú, donde los motores rugían como bestias salvajes, resonando contra la fría brisa del invierno ruso. Una Kawasaki negra con detalles en verde oscuro destacaba entre las demás, manejada por un enigmático piloto vestido de negro, cuya figura irradiaba autoridad y peligro. Sus botas militares golpearon el suelo con firmeza mientras ajustaba su casco, del que pendía una cadena con un dije de cruz hecho con diamantes, brillando como un desafío al mundo. Su porte era inalcanzable, como si nadie ni nada pudiera alcanzarlo, y su mirada esmeralda —oculta tras la visera del casco— prometía victoria.
Cuando la señal de partida se dio, el rugido de las motos se transformó en una sinfonía de velocidad y adrenalina. El asfalto parecía volar bajo las ruedas de la Kawasaki, que se deslizaba entre los contrincantes con precisión quirúrgica. Los espectadores gritaban con euforia, envueltos en la emoción de