A la mañana siguiente, el cuerpo seco de Gerrick fue retirado y enterrado.
La condena seguiría hasta estando muerto.
El quemar al difunto significaba purificar el alma y el maldito no la limpiaría nunca.
Unos golpes en la puerta despertaron a Keerd e hicieron removerse a Daylhan.
-Mmmm, ¿Quién es?- bostezó.
-Sigue durmiendo- pidió Keerd besando la mejilla del castaño, abandonó el lecho conyugal, agarró unos calzones y tras ponérselos bajó las escaleras.
Al abrir la puerta se encontró con un joven hombre.
-Qué pasa Eska- gruñó Keerd.
-¿Molesto?-
-Naaa-
-¿Seguro?- indagó el tal Eska .
-Solo iba a darle un poco de amor a mi esposo- desdeñó Keerd cruzándose de brazos y mirandole de mala manera.
-Lo siento-
-Habla-
-Es con respecto a uno de los...reos-
-A partir de ésta noche los vais matando-
-Claro, como tú digas pero quisiera comentarte algo acerca de uno de ellos-
-¿El qué?- resopló