—Félix ya arregló todo—, dijo Fernando luego de terminar la llamada.

Las mujeres celebraron y se emocionaron.

—¿Entonces? ¿Podré volver a mi casa?—, preguntó una de ella muy contenta.

—Si. Félix arregló todo para que viajen en un avión privado de vuelta a América. Pero...—, dijo Fernando cómo si no quisiera completar su oración.

—¿Pero?—, preguntó otra de las esposas desesperada por salir finalmente de esa pesadilla.

—Félix puso una condición—, confesó Fernando—, La que suba en ese avión y regrese a casa, no puede hablar nada de lo que pasó. El precio de su libertad es olvidar lo que Félix les hizo.

Las mujeres se quedaron en shock. Aquella noticia fue como un balde de agua sobre sus cuerpos. Sin embargo, aún tenían el consuelo de saber que serían libres al salir de ese país.

—Yo acepto—, dijo una de ellas dando un paso adelante a pesar de que sentía vergüenza frente a las demás.

Ximena dió un paso al frente y abrazó a esa mujer porque sabía lo valiente que era. Además, ella má