23.
Daniel.
Siento su ira compitiendo con la mía en el estrecho espacio que nos separa. Está molesta, pero yo también lo estoy. Le confesé lo que sentía. Pronuncié esas estúpidas palabras que nunca antes habían salido de mi boca solo para que ella saliera huyendo y luego hiciera de cuenta que no existo. Lleva el último mes aferrándose a cualquier excusa para mantenerme fuera, ignorándome deliberadamente, tratando de seguir adelante mientras nos convertía en un mal recuerdo. Como si eso fuera posible. Como si fuera a permitirle sacarme de su vida después de que se metió a la fuerza en la mía.
¡Por eso la odio tanto, carajo!
—Esto tendrá consecuencias. —suelta viéndome mal.
—¿Ahora te preocupan las consecuencias?
—¿Cuando no ha sido de esa manera? —indaga genuinamente curiosa.
—Cuando has intentado fingir que no existo. Olvidaste que hay algo peor que un castigo de la academia.
—¿Se supone que debo saber de qué rayos me habla?
Aprieto el volante alcanzando un nuevo nivel de irritaci