14.
Daniel.

Verla dormir es todo lo que está bien y mal al mismo tiempo. Su pecho sube y baja despacio con cada respiración, emanando paz e inocencia. Su rostro adquiere un matiz suave, con los labios ligeramente manchados de ese labial rosa ahumado y las pestañas largas acercándose delicadamente a sus pómulos sonrojados. Se ve tan serena y tranquila, que por un momento olvido lo molesta e irritable que puede llegar a ser.

Necesito dejar de contemplarla, alejarme e irme, pero cada vez que quiero intentarlo, esta extraña sensación egoísta e irracional me lo impide. No soy un hombre que albergue emociones complicadas. Se supone que soy lógico y racional, no un desequilibrado que vigila el sueño de su recluta como un puto acosador.

Me replanteo lo mismo durante demasiado tiempo, pero justo cuando estoy a punto de dejar la habitación, recuerdo las bobadas que me dijo antes de quedarse como un tronco.

No podré castigarla por lo de esta noche si muere ahogada con su propio vómito.

Me quito
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