Nicolas y Vladimir se miraron a los ojos, suspirando casi al mismo tiempo.
—No sé que haré, pero la voy a hacer confesar —dijo Nicolas, determinado—. Esa zorra no va a jugar con mi cabeza.
—De alguna forma debemos de acercarnos a los gemelos y obtener una prueba de su ADN —comentó Vladimir—, pero no se me ocurre nada ahora mismo.
—Si los gemelos son mis hijos se los quitaré. —Vladimir miró a su hermano sin decir nada—. Esa zorra me ha puesto a pasar por demasiado estrés como para que solo se salga con la suya.
—Nicolas, no digas estupideces.
—¡Le quitaré a los hijos! No me importa si el padre eres incluso tú, me encargaré de que también le quites la custodia. Nadie va a hacerse la muerta y va a aparecer después de cuatro años con unos mellizos y a hacernos dudar de si somos el padre o no. La semana pasada la confronté y le pregunté si yo era el padre de los mellizos, ¿sabes que me respondió?
Vladimir suspiró.
—Tu no eres el padre —adivinó Vladimir.
—¿Cómo lo supiste?
—Porque también m