67. La Pequeña Sobrina del Millonario
Sin ganas de discutir más, aunado a que una disputa siempre la ganaba él, prefirió dedicarse a mirar por la ventanilla polarizada.
Llegando a Rosewood, Mariané sintió como sus pulmones trabajaron rápidamente, el corazón le latía desbocado, sabía lo que a continuación sucedería. Bajaría del Lamborghini y él se iría, no por unos cuantos años, sino en definitiva para no regresar jamás.
El auto se detuvo.
—Llegamos, cuídate mucho por favor.
No movió un solo músculo, paralizada de la cabeza a los pies. Aunque quiso ser fuerte, no pudo, otra vez se estaba rompiendo en pedacitos.
—L-lo haré. —logró pronunciar quitándose el cinturón de seguridad. Ismaíl hizo lo mismo para acercar el rostro al suyo y con una mano le acarició la mejilla —. Estaré bien…
—Dame un beso, uno más Mariané… —susurró con la voz cargada de tensión.
La muchacha dejó salir la primera lágrima y lo besó sin contenerse, lo besó con el alma, con el corazón en un puño, con delirio y dolor. Se arrancaron hasta el último aliento