Luc vio llegar a esa mujer que él queria como una madre, la que lo había ayudado a cambiar los pañales de León, la que incluso, paso más tiempo al lado de la cama del pelirrojo que él mismo.
— Luc, ¿Qué significa esto? — pregunto con molestia, de la misma forma en que tantas veces lo había regañado, tanto de adolescente como de adulto.
— Déjenla. – dijo con la voz estrangulada.
— Luc, ¿solo eso les dirás?, ¿has visto como me traían casi esposada? — Nammi la vio por medio segundo, recordando cuando se le acerco en la cafetería, esa sonrisa cálida, esa mirada cansada y la forma en la que se preocupaba por León, ¿Cómo podía fingir de ese modo?
— No, ellos no te esposaran Mimi. — aseguro Luc, haciendo un movimiento con su cabeza, hacia uno de los guardias de seguridad, quien salió a dejar ingresar a la policía. — Eso lo harán los policías. — aseguró y Mimi sonrió.
— Pero… ¿de qué hablas? ¿es algun tipo de broma? — Nammi apretaba con fuerza sus labios, deseando lanzar una maldición, porque