Monte Olimpo
Hécate
Caminé entre las sombras invisibles, Afrodita venía colgada de mi brazo observando los pasillos del Olimpo, los dioses pasaban a nuestro lado completamente ajenos a nuestra presencia en el lugar, lo había hecho miles de veces pero era demasiado peligroso.
Siempre existía la posibilidad de que algún dios desarrollara nuevas habilidades y pudiera ver a través de mi magia.
- Vamos a las habitaciones de Hera.- susurró la diosa del amor en mi cuello.
Asentí y caminamos por el largo pasillo girando a la derecha al final, nos encontramos con la enorme puerta de oro entreabierta, me acerqué tratando de escuchar algo con Afrodita pisándome los talones.
Cualquier cosa.
No escuché nada.
- No hay nadie.- le susurré, quien me miró pensativa.
- ¡No iré detrás de esa diosa Deméter!- La inconfundible voz de Hera nos hizo saltar frente a la puerta, rápidamente nos alejamos de la entrada a las habitaciones de la Reina del Olimpo, observando atentamente como ella venía dando zancadas