El sol de la mañana se filtraba a través del denso dosel de hojas, proyectando sombras danzantes sobre el suelo del bosque. Me paré en el borde de los terrenos del castillo, con el corazón apesadumbrado mientras observaba a April empacar sus pertenencias en una cartera de cuero gastada. Su cabello castaño brillaba a la luz del sol y sus suaves ojos marrones contenían una mezcla de determinación y tristeza.
—¿Estás segura de esto, April? —Mi voz tembló a pesar de mis mejores esfuerzos por mantenerla firme—. No tienes que irte.
La mirada de April se encontró con la mía, llena de comprensión y resolución.
—Freya, has encontrado a tu nueva familia aquí. Es hora de que yo regrese a la mía.
Extendió la mano y tomó las mías entre las suyas; la calidez de su tacto era a la vez reconfortante y desgarradora.
Tragué fuerte, luchando por contener las lágrimas.
—Has estado a mi lado en todo. No puedo agradecerte lo suficiente por eso.
Una suave sonrisa apareció en las comisuras de los labios de Ap