Justo entonces, vieron acercarse a Tiffany con un montón de regalos, y la dulce sensación desapareció tan rápido como había surgido.
Tiffany se acercó cojeando, como si su pierna lesionada hubiera quedado olvidada, saludándolos con una sonrisa alegre.
—¡Dom, Sia, qué gusto verlos! Vine a ver a la tí