—Sia, me importas. No tienes por qué preocuparte por mí. Como no sabemos dónde está el Maestro, debo protegerte.
—Pero tu pierna... —se preocupó Alessia.
—Ya está casi curada. Solo necesito un bastón. Con más gente alrededor, y teniendo en cuenta que lo que harás en el banquete podría provocar a la