De puntillas, Christian levantó la invitación con la mano y empezó a canturrear con voz infantil:
—¡Mentirosa! Hace un rato, arriba, alguien me dijo que también te inscribiste a escondidas en el concurso de moda y pasaste a la final. ¡Quieres que mamá te entregue el premio!
—¡Chris, deja de molestar! —Eleanor, nerviosa, se lanzó a arrebatarle la invitación y bajó la voz—. Mamá está muy ocupada con el trabajo, no deberíamos fastidiarla.
—¿Entonces no vamos a la entrega de premios? —Christian abrió la tarjeta, donde estaba impreso el nombre “Elle”.
—Yo quiero ir, pero… —Eleanor parpadeó, dudando mientras jugueteaba con sus deditos.
Christian, echándose hacia atrás el flequillo con aires de galán, no quería darle más trabajo a mamá ni decepcionar a su hermana, así que ya lo tenía decidido.
Esperó el momento justo, le dio un suave golpecito en la frente a Eleanor y, con tono engreído, soltó:
—¿Ya se te olvidó? Cuando tengas problemas siempre puedes pedirme ayuda. Mamá está ocupada, pero y