A la mañana siguiente, a las ocho en punto, después de encargarle a la niñera —la señora Cate— que cuidara de los dos pequeños y de darles un beso en la mejilla a cada uno, Alessia salió de casa.
Christian y Eleanor la miraron desde el balcón hasta que la figura de su madre desapareció por completo. Entonces se miraron entre ellos y, en silencio, se escabulleron por la puerta.
El taxi voló por la autopista y, tras unas tres horas de camino, llegó a la zona pesquera X.
Alessia desabrochó el cinturón, bajó del coche y contempló el hermoso hotel-resort frente a ella.
Esa nueva zona pesquera era el proyecto de desarrollo más importante de la ciudad en los últimos años. El hotel había sido inaugurado hacía poco, pero ya acumulaba excelentes reseñas en internet.
Alessia planeaba quedarse allí hasta recibir el próximo correo electrónico.
Dentro, el vestíbulo estaba tranquilo, con apenas algunos huéspedes dispersos en los sofás.
Se acercó a la recepción, sacó su identificación y se registró.