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Los movimientos de Harrison se ralentizaron, como si todo se reprodujera en cámara lenta.

Poco a poco giró la cabeza hacia atrás, y las emociones complejas que se reflejaban en sus ojos se disiparon, reemplazadas por una mirada decidida, fija en el rostro de Margaret.

Al ver que Harrison se volvía, Margaret pensó que su amenaza había funcionado y estaba a punto de sentirse triunfante… hasta que lo escuchó decir: —Está bien, divorciémonos.

—¿Qué? —Margaret sintió como si le hubieran dado una bofetada en el rostro, pensando que tal vez estaba alucinando. Quiso confirmar nuevamente con Harrison, pero lo vio alejarse dejándola atrás y caminar solo hacia la habitación del hospital.

Dentro de la habitación.

La cabeza de Nolan estaba envuelta en gasa blanca, dejando solo sus ojos al descubierto. La anestesia en su cuerpo se estaba disipando gradualmente, y el dolor se hacía cada vez más intenso, hasta el punto de que quería gritar.

En ese momento, se abrió la puerta de la habitación.

Los ojo
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