Christian llevaba de nuevo el mismo vestido de princesa amarillo que Eleanor, y los dos caminaban junto a Alessia, como si fueran un par de hermanitas preciosas.

Como Eleanor era frágil y no podía subirse a juegos demasiado fuertes, Christian, considerado, la acompañó en el carrusel.

Mientras tanto, Dominic y Christopher también habían entrado al parque.

Dominic sostenía los boletos en la mano, echó una mirada a Christopher y preguntó:—¿A qué juego quieres subirte?

Christopher, con una gorra negra calada hasta los ojos, observaba con mucha seriedad el gigantesco péndulo que se balanceaba en el aire.

Apretó la cara con gesto solemne y respondió:—Quiero subirme al péndulo gigante.

Ese juego parecía muy emocionante, algo que a Chris, con su carácter tan vivaz y alegre, seguramente le encantaría.

—Está bien —asintió Dominic, con los labios tensos en una línea recta.

Después de bajarse del péndulo gigante, el rostro de Christopher ya estaba pálido.

Dominic, que además tenía miedo a las alt