5

A la mañana siguiente, bien temprano.

Christopher acababa de despertarse y lo primero que pensó fue en Eleanor, al otro lado de la calle.

No pudo resistir las ganas, así que se acercó a las cortinas, abrió una rendijita en secreto y miró afuera.

En la habitación de enfrente, Eleanor acababa de levantarse.

Se frotó los ojitos adormilados, soltó un enorme bostezo y, justo cuando se estiraba perezosamente, notó una pequeña silueta tras la cortina de la casa de enfrente, con solo un par de ojazos espiándola.

¿Eh?

¡Era el hermanito tímido de al lado!

Eleanor parpadeó con sus ojos brillantes y le saludó obediente con la manita a Christopher.

—¡Despiértate, dormilón, que el sol ya casi te da en el culito! —en ese instante, una voz sonó a su espalda y la puerta se abrió: entraba Christian, recién aseado.

—¡Chris, mira, hay un niño en la casa de enfrente! —exclamó Eleanor, emocionada como si hubiera descubierto un tesoro, con los ojos iluminados.

Christian siguió la dirección que señalaba su h
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