El rostro de Jade perdió todo el color cuando comprobó con horror que habían sido descubiertos por Susana. Nicolás se separó de ella con premura al tiempo en que Jade intentaba huir de la escena, tratando en vano de que no se notara que habían estado a punto de besarse o, al menos, esperaba que Susana no se hubiera percatado de esto. Pero claro que estaba bastante equivocada, porque su ex amiga no tardó en alcanzarla y reclamarle al respecto. —No se suponía que estabas casada —le dio un empujón que la hizo chocar contra la pared más cercana. Jade se espantó al darse cuenta de que estaban atrayendo miradas, así que tomó el brazo de la chica y la llevó hasta un salón desocupado donde pudieran conversar con privacidad. —Susana, por favor… —le suplicó con vehemencia. No quería que todo el mundo se enterara de lo que estaba pasando; eso era algo que su reputación no soportaría. Y si por mala suerte llegaba a los oídos de su esposo, entonces estaría acabada.—¿Por favor, qué? —se soltó
—Tú —dijo el hombre con sorpresa, sin poder procesar del todo la inesperada presencia que se había materializado en su habitación de hospital.—Sí, yo —repuso Natalia con sarcasmo, porque ciertamente tampoco se esperaba que se encontrara años después, visitando a Roberto, pero para bien o para mal, ambos seguían manteniendo un lazo que los uniría por siempre y ese era sus hijos.—¿Qué haces aquí?—Los chicos no quieren verte —le dijo lo que ya resultaba bastante obvio, luego de tantos años de vivir ignorándolo.Roberto hizo una mueca y miró hacia la ventana.No necesitaba la lástima de Natalia. Eso estaba bastante claro.Luego de años encerrados en una cárcel, su corazón se había endurecido mucho al principio, había odiado con fervor a la madre de sus hijos y había odiado con fervor a Fabián, había culpado a todo el mundo de su infortunio, a todo el mundo menos a él: el principal culpable en realidad.Pero ciertamente encerrado en esas cuatro paredes, terminó reflexionando más profund
Luego del encuentro con Nicolás, Jade no quiso irse inmediatamente a su casa. Así que salió de la universidad y se dirigió al centro comercial más cercano, donde caminó sin rumbo por varias horas. Era de noche cuando regresó a la mansión Meier. Todo estaba en penumbra, notó la joven cuando cruzó la puerta de entrada. No logró visualizar a ninguno de los empleados del servicio, pero esto no le preocupó en lo absoluto, ya que, era algo habitual que Adriel los despechara temprano. La casa, la mayoría del tiempo, estaba sola para los dos...Jade sintió un estremecimiento de anticipación al darse cuenta de lo que esto significaba.Se imaginó participando en varias escenas candentes, todas ellas la implicaban a ella y a su esposo en posiciones muy comprometedoras, mientras disfrutaban de la pasión que embargaba sus cuerpos. La chica se mordió el labio inferior y se apresuró a subir las escaleras. Necesitaba darse un baño y estar completamente lista para cuando Adriel llegara de la ofici
Jade no sabía qué decir, lo único que hacía era llorar sin poder detenerse. En toda su vida jamás le habían levantado la mano, pero ahora Adriel acababa de pegarle y dolía, dolía demasiado. Pero no le dolía tanto el golpe en sí, sino el gesto, el simple hecho de que desconfiara de ella, de haberla condenado sin atreverse a escuchar su versión antes. —¡¿Desde cuándo?! ¡¿Desde cuándo estás viéndome la cara de estúpido?! —siguió gritando, completamente enfurecido. Y ella entendió que tratar de defenderse no tenía sentido.—¿Entonces no dirás nada? —la encaró, mirándola con aquellos ojos desquiciados. Jade bajó la mirada y negó con la cabeza. Su esposo soltó una maldición entre dientes y por un momento temió que fuera a seguir lastimándola, pero en lugar de eso, simplemente la esquivó y salió de la habitación, cerrando la puerta de un fuerte y sonoro portazo.Adriel salió de la casa completamente fuera de sí. Sus ojos no lograban enfocar absolutamente nada, todo lo que veía era rojo.
Jade se quedó inmóvil en el suelo por largo rato, su cuerpo se sentía agarrotado y las lágrimas habían dejado de fluir, pero el dolor en su corazón seguía siendo persistente.¿Qué haría? Estaba segura de que su familia no la había criado para soportar este tipo de maltrato.En parte entendía que Adriel pudiera estar molesto, era capaz de comprender eso, ¿pero pegarle? Eso sí, no lo aceptaría bajo ninguna circunstancia.La joven decidió que era momento de ponerse de pie, se daría un baño y luego pensaría qué hacer. Caminó entonces con lentitud hasta llegar al lavamanos, se miró en el espejo y comprobó que los dedos de su esposo estaban marcados en la piel de su rostro como la representación de una pintura cruel.Se mordió el labio inferior y se acarició la zona afectada, comprobando que apenas y le dolía. Jade sacudió la cabeza y decidió que se daría una ducha, de pronto se sentía demasiado cansada y solamente ansiaba dormir. Quizás el sueño podría llevarse todos sus males por un mome
Jade tenía dos opciones: número uno, decirle a Adriel que estaba embarazada o, número dos, actuar como una chiquilla inmadura y llevarse esa verdad consigo. Se había estado inclinando mucho por la última opción en esa última hora, pero sabía que su madre no había criado a una cobarde y que lo más sensato era dejar las cosas claras entre ellos antes de decir adiós.Indudablemente, no podía seguir adelante con este matrimonio, pero eso no implicaba que no le permitiría a Adriel ser un padre presente en la vida de su hijo.Así que eso fue lo que la motivó a alistarse y salir con dirección a la empresa de su marido. Llevaban varios meses de matrimonio y recién comprobó que aquella era la primera vez que colocaba un pie en la empresa Meier. No tenía idea de si los trabajadores la reconocerían como la esposa del jefe, pero aquí estaba, de todos modos, esperando que no le impidieran el acceso.—Hola —le sonrió a la recepcionista con una de sus cálidas sonrisas. En realidad, no estaba de h
—¿Qué dijiste? —preguntó Adriel con una expresión de incredulidad marcada en toda la cara. Era evidente que no había esperado escuchar una petición como esa de su parte, pero no le importaba, no pensaba retractarse. La decisión estaba tomada. Quería el divorcio y eso era un hecho definitivo. Nada ni nadie le haría cambiar de opinión. —Lo que escuchaste, Adriel. Quiero el divorcio —repitió con altanería, alzando la voz para que así aquella insulsa secretaria la escuchara bien. Ella no era una mujer que estaba dispuesta a aceptar que su marido le fuera infiel. Sabía muy bien lo que valía y lo que quería en la vida, y el respeto, eso era lo mínimo que esperaba. Su marido la tomó del brazo bruscamente y la jaló hacia el interior de la oficina, quizás, renuente a permitir que armara un escándalo. Jade se removió con furia en medio de su agarre, mientras Adriel la soltaba y daba un paso atrás, comprendiendo que su tacto no era bien recibido por su esposa. Y desde luego que no lo se
Esa misma noche, Jade hizo su maleta y se dirigió a la casa de su madre, quien, en un inicio, se mostró bastante sorprendida, pero luego únicamente la abrazó como si acabara de recuperar a su hija perdida.—Jade —gimió Natalia y las dos se quedaron así, juntas, apretándose fuertemente la una a la otra, mientras lloraban—. ¿Qué pasó? ¿Dime qué pasó?—Nada, mamá —negó Jade, mientras derramaba más lágrimas. Pero era evidente que algo le sucedía, así que su madre insistió un poco más. —No mientas —le regañó alejándose un poco para verla directamente a la cara—. De no ser nada, entonces no estarías aquí, en la puerta de nuestra casa, con una maleta y cubierta de tantas lágrimas. ¿Dime qué te hizo Adriel? ¡Dímelo ya! —le apremio, sintiendo un fuerte impulso de defender a su hija de quien sea. No le importaba si la persona en cuestión era el hijo de una de sus amistades, ni mucho menos si lo había considerado también como un hijo durante años. Si Adriel le hacía daño a Jade, entonces lo pag