—¿Dónde estuviste hoy?
La pregunta de su esposo, sacó a Jade de sus más profundas cavilaciones. De alguna forma, seguía repitiendo en su mente los acontecimientos del día: la conversación con su madre, la visita a sus hermanos, su tarde de ejercicios con Gala.
Así que le dio a Adriel un resumen general de todo lo sucedido.
Su esposo la escuchó en silencio, como solía hacerlo, y luego hizo breves comentarios al respecto que incluían un: “no pueden obligarlos si no quieren”, “lo mejor será dejar que el tiempo lo decida”.
Debía admitir que la mayoría del tiempo, Adriel era muy acertado en sus opiniones, por eso, siempre le había gustado compartir con él sus más íntimas experiencias.
Él era bueno e inteligente.
Y, en ese último mes, también había demostrado que era el mejor esposo de todos.
—¿Y cómo estuvo tu día?
Le resultó inevitable no estirar su mano para que estuviera al alcance de su marido. Le gustaba mucho cuando Adriel tomaba su mano y la acariciaba con dulzura para luego darle u