—Hola, chicos —saludó Jade entrando a la oficina de sus hermanos. Se trataba de una oficina compartida. El escritorio era curvo con tres puestos, cada uno con su propio computador y artículos.
Sin embargo, al entrar, descubrió una escena que distaba mucho de lo profesional del sitio. Los tres genios de la empresa Arison, estaban haciendo bolitas de papel y lanzándoselas los unos a los otros, como si fueran unos chiquillos de preescolar que nunca hubieran madurado.
Así eran los chicos: alegres y juguetones.
O al menos la mayoría del tiempo. Porque sí, tenían su momento de excesiva seriedad, pero aquellos instantes eran muy inusuales de presenciar.
—¿Y a qué se debe el honor de que nuestra pequeña princesita haya decidido visitarnos? —fue Mateo, con su tono siempre jocoso, quien interrumpió el silencio.
—No hay un motivo en específico. Solamente quería visitar a mis hermanos y ver cómo estaban las cosas por aquí —ingresó con lentitud a la oficina, aun a sabiendas de que estaba mintiend